martes, abril 18, 2006

¿Y ahora, qué hago?

(BSO: Lady Blue, de Bunbury, con Iván Ferreiro)

Buff, estos últimos días me ha tocado trabajar (es lo que tiene ser suplente: trabajas cuando todo el mundo está de vacaciones; hace años que no coincido con nadie en mis vacaciones, ni siquiera con mi novio, que ya es triste), y aunque me encanta mi trabajo (eso de contar la historia en directo puede más que yo), se me ha hecho eterno. Sólo han sido 10 días, pero a un ritmo frenético. Si, a ello le añades los problemas mentales de mi jefe, flipas. No se puede trabajar en un periódico en el que se intenta contar la realidad si los responsables de ese mismo periódico apenas pisan la calle porque se pasan 14 horas al día sentados en su despacho. ¿Qué coño de realidad van a conocer?

Pues eso, que durante estos días han pasado muchas cosas. Creo. A mí se me ha pasado la depresión, creo, o la astenia, o lo que fuera. Hemos salido de excursión, nos hemos emborrachado (no lo hacemos con la misma frecuencia de antes; pero oigan, emborracharse de vez en cuando es hasta sano), hemos compartido buenos momentos con los amigotes; nos hemos reencontrado con algunos, nos hemos despedido de otros. Hemos abierto en canal nuestro interior para enseñarlo a los que nos quieren. Y la cura ha sido magnífica. La intervención quirúrgica ha dado una calidad de vida al paciente extraordinaria.

Y Berlusconi se ha ahogado en su propia mierda. Il Cavalieri (nunca he entendido por qué le llaman así; la caballerosidad, en su persona, habla por su ausencia) no ha podido hacer nada. Ni los intentos para convencer a la gente desde una de sus diez televisiónes el mismo día de reflexión, ni adecuar la ley electoral en beneficio propio, ni quedar en ridículo como hace un par de años quedaron aquí los peperos-ha-sido-ETA, --como bien me ha recordado Puri--, le ha servido de nada. No estoy segura de si con Prodi la cosa irá mucho mejor (que irá, porque peor no podía ir), pero con tal de sacar a esta zaplana-a-la-italiana del poder me conformo.

Seré mala, pero me encanta ver cómo se les indigesta la derrota a esta gentuza. Cómo les da la pataleta a gentes teóricamente maduras y curtidas en la vida. Me gusta porque se descubren: Retratan su miserabilidad humana y su ineficacia como personaje público. Me da la impresión que, después de dicho espectáculo, la reelección se hace casi impensable.

Han pasado más cosas. Ha dimitido Bono (o lo han cesado; lo que sea, pero no está...¡bien!); el Barça va fent, hemos celebrado el 75º aniversario de la República (quien la pillara).

Por lo demás, todo igual. EEUU amenazando, el PP mintiendo, en Irak muriendo, en Palestina luchando.

Nada de lo que no estemos acostumbrados, vaya.

Ahora tengo que dedicarme a tomar decisiones: qué hago con el inglés, qué hago con el alemán, cómo me planteo el carnet, cómo tantear el terreno para verano, si me hago un piercing en la nariz o no. Cuándo voy al gimnasio, cuándo voy a Madrid a ver a mi coleguita y cuando voy a Londres (esta vez sí) a ver a mis coleguitas. Y qué hacer con las decenas de horas libres que me quedan al día para pensar y comerme la olla con memeces.

Nada --ni nadie-- cambia nunca del todo.


Menos las flores.

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