sábado, julio 15, 2006

El negro

Mi prima Txús me ha enviado este retal de vida, y no me queda más remedio que pegarlo. Es de Rosa Montero. Una lección para todos los que nos consideramos de un primer mundo en dinero, que no en educación.

Estamos en el comedor estudiantil de una universidad alemana. Una alumna rubia e inequívocamente germana adquiere su bandeja con el menú en el mostrador del autoservicio y luego se sienta en una mesa. Entonces advierte que ha olvidado los cubiertos y vuelve a levantarse para cogerlos. Al regresar, descubre con estupor que un chico negro, probablemente subsahariano por su aspecto, se ha sentado en su lugar y está comiendo de su bandeja. De entrada, la muchacha se siente desconcertada y agredida; pero enseguida corrige su pensamiento y supone que el africano no está acostumbrado al sentido de la propiedad privada y de la intimidad del europeo, o incluso que quizá no disponga de dinero suficiente para pagarse la comida, aun siendo ésta barata para el elevado estándar de vida de nuestros ricos países. De modo que la chica decide sentarse frente al tipo y sonreírle amistosamente. A lo cual el africano contesta con otra blanca sonrisa. A continuación, la alemana comienza a comer de la bandeja intentando aparentar la mayor normalidad y compartiéndola con exquisita generosidad y cortesía con el chico negro. Y así, él se toma la ensalada, ella apura la sopa, ambos pinchan paritariamente del mismo plato de estofado hasta acabarlo y uno da cuenta del yogur y la otra de la pieza de fruta. Todo ello trufado de múltiples sonrisas educadas, tímidas por parte del muchacho, suavemente alentadoras y comprensivas por parte de ella. Acabado el almuerzo, la alemana se levanta en busca de un café. Y entonces descubre, en la mesa vecina detrás de ella, su propio abrigo colocado sobre el respaldo de una silla y una bandeja de comida intacta.

Dedico esta historia deliciosa, que además es auténtica, a todos aquellos que, en el fondo, recelan de los inmigrantes y les consideran individuos inferiores. A todas esas personas que, aun bienintencionadas, les observan con condescendencia y paternalismo. Será mejor que nos libremos de los prejuicios o corremos el riesgo de hacer el mismo ridículo que la pobre alemana, que creía ser el colmo de la civilización mientras el africano, él sí inmensamente educado, la dejaba comer de su bandeja y tal vez pensaba: "Pero qué chiflados están los europeos".

5 comentarios:

Anónimo dijo...

venga ya! pero si esto es una leyenda urbana más vieja que el ir a pie! conoces los libros d Jan Harold Brunvard?? te los recomiendo

Anónimo dijo...

No te puedes imaginar la de libros que te recomendaría yo, a ver si abres ese cerebro.

Anónimo dijo...

A ver, al anónimo: me gustaría saber en base a qué criterio te proclamas intelectualmente superior a mi y me recomiendas que abra mi cerebro, como dices tu.
Me llamó la atención del post que es una variación de una conocida leyenda urbana que Brunvard recoge en sus libros, y precisamente lo he comentado. Precisamente de eso se tratan los blogs, no??
No entiendo porque todo son ataques....

Anónimo dijo...

Haya paz.

A pelearse, a Salsa Rosa.

Anónimo dijo...

Ha empezado él