domingo, abril 30, 2006

Me hago vieja.

Y no sólo físicamente (aunque ahora estoy mucho más en forma que hace un par de años; mi trabajo me cuesta), sino psicológicamente. Ya no entiendo a mucha juventud, signo inequívoco de que me estoy volviendo una carca sin retorno. El mundo gira demasiado deprisa para que yo entienda de qué va el rollo.

Este es un mail que ciercula por la red y que hoy me ha hecho llegar mi amiga Nuri, que tuvo la desgracia de compartir conmigo esa época tan difícil que es la adolescencia. La nuestra no fue especialmente problemática, todo hay que decirlo.
El mail es un poco largo, pero quería dejarlo plasmado para la posteridad.


Somos la última generación que hemos aprendido a jugar en la calle a las chapas, la peonza, las canicas, la comba, la goma o el rescate y, a la vez, somos la primera que hemos jugado a videojuegos, hemos ido a parques de atracciones o visto dibujos animados en color. Los Reyes Magos no siempre nos traían lo que pedíamos, pero oíamos (y seguimos oyendo) que lo hemos tenido todo, a pesar de que los que vinieron después de nosotros sí lo tienen realmente y nadie se lo dice.
Se nos ha etiquetado de generación X, y tuvimos que tragarnos “bodrios” como: Reality Bites, Melrose place o Sensación de vivir ( te gustaron en su momento, vuélvelas a ver, verás que chasco). Lloramos con la muerte de Chanquete, con la puta madre de Marco que no aparecía con las putadas de la Señorita Rottenmayer. Somos una generación que hemos visto a Maradona hacer campaña contra la droga, que nos reímos de un anuncio que decía que si el Madrid era otra vez campeón de Europa, que durante un tiempo tuvimos al baloncesto como el primero de los deportes. (nota de la bloggera: esto me ha hecho especialmente gracia)
Hemos vestido vaqueros de campana, de pitillo, de pata de elefante y con la costura torcida; nuestro primer chándal era azul marino con franjas blancas en la manga y nuestras primeras zapatillas de marca las tuvimos pasados los 10 años.
Entramos al colegio cuando el 1 de noviembre era el día de Todos los Santos y no Halloween, cuando todavía se podía repetir curso, los últimos en hacer bup y cou, los pioneros de la E.S.O. Hemos sido las cobayas en el programa educativo, somos los primeros en incorporarnos a trabajar a través de una ETT y a los que menos les cuesta tirarnos del trabajo… Siempre nos recuerdan acontecimientos de antes que naciéramos, como si no hubiéramos vivido nada histórico.
Nosotros hemos aprendido lo que era el terrorismo contando chistes de Irene Villa, vimos caer el muro de Berlín y a Boris Yelsin borracho tocarle el culo a una secretaria; los de nuestra generación fueron a la guerra (Bosnia, etc.) cosa que nuestros padres no hicieron; gritamos OTAN no bases fuera, sin saber muy bien qué significaba y nos enteramos de golpe un 11 de septiembre. Aprendimos a programar el video antes que nadie, jugamos con el Spectrum, odiamos a Bill Gates, vimos los primeros móviles y creímos que Internet sería un mundo libre.
Somos la generación de Espinete, Don Pimpón y Chema el “panaderofarlopero”. Los q recordamos a Enrique del Pozo cantando con ana (abuelitodimetu…) Los mundos de Yupi y las pesetas rubias. Nos emocionamos con superman, ET o En busca del Arca Perdida. Comíamos Phosquitos y los Tigretones eran lo mejor, aunque aquello que empezaba (algo llamado Bollycao) no estaba del todo mal.
Somos la generación del “El coche fantástico”, “Oliver y Benjí…….. La generación que se cansó de ver las mamachichos. La generación a la que le entra la risa floja cada vez que tratan de vendernos que España es favorita para un mundial. La última generación que veía a su padre poner la baca del coche hasta el culo de maletas para ir de vacaciones.
La última generación de las litronas y los porros, y qué coño, la última generación cuerda que ha habido. Este correo está dedicado a las personas que nacieron entre 1980 y 1990. La verdad es que no sé cómo hemos podido sobrevivir a nuestra infancia!!!!
Mirando atrás es difícil creer que estemos vivos en la España de antes: Nosotros viajábamos en coches sin cinturones de seguridad, sin sillitas especiales y sin air-bags, hacíamos viajes de más de 3h sin descanso con cinco personas en el coche y no sufríamos el síndrome de la clase turista. No tuvimos puertas con protecciones, armarios o frascos de medicinas con tapa a prueba de niños. Andábamos en bicicleta sin casco, ni protectores para rodillas ni codos. Los columpios eran de metal y con esquinas en pico. Bebíamos agua directamente del grifo, sin embotellar, y algunos incluso chupaban el grifo. [yo añadiría: en nuestra época todos los productos tenían colorantes y conservantes… y mira… seguimos vivos].
Salíamos de casa por la mañana, jugábamos todo el día, y solo volvíamos cuando se encendían las luces. No había móviles. Pasábamos horas construyendo carros para bajar por las cuestas y sólo entonces descubríamos que habíamos olvidado los frenos. Nos rompíamos los huesos y los dientes y no había ninguna ley para castigar a los culpables. Nos abríamos la cabeza jugando a guerras de piedras y no pasaba nada, eran cosas de niños y se curaban con mercromina (roja) y unos puntos y al día siguiente todos contentos.
Íbamos a clase cargados de libros y cuadernos, todo metido en una mochila que, rara vez, tenía refuerzo para los hombros y, mucho menos, ruedas!!! Comíamos dulces y bebíamos refrescos, pero no éramos obesos. Si acaso alguno era gordo y punto.
Estábamos siempre al aire libre, corriendo y jugando. Compartimos botellas de refrescos y nadie se contagio de nada. Sólo nos contagiábamos los piojos en el cole. Cosa que nuestras madres arreglaban lavándonos la cabeza con vinagre caliente (o los mas afortunados con Orión).
Y ligábamos con las niñ@s jugando a beso, verdad y atrevimiento o al conejo de la suerte, no en un chat diciendo “: )” “: D” “: P”.. Éramos responsables de nuestras acciones y arreábamos con las consecuencias. No había nadie para resolver eso. La idea de un padre protegiéndonos, si trasgredíamos alguna ley, era inadmisible, si acaso nos soltaban un guantazo o un zapatillazo y te callabas.

Tuvimos libertad, fracaso, respeto, éxito y responsabilidad, y aprendimos a crecer con todo ello.


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