sábado, diciembre 10, 2005

Aplausos.


Hoy aplaudo al nuevo Nobel de literatura, Harold Pinter. Obrero de nacimiento y de convicción y práctica, el tío, postrado en una silla de ruedas con un cáncer casi terminal tuvo los santos huevos de cagarse en Bush, en los americanos, en Blair y en la madre que los parió ante el jeto atónito de la panda de lameculos más peligrosa del planeta: los intelectuales (otro día explicaré mi especial devoción por este sector social). Y sólo por eso, me levanto, me quito el sombrero y le aplaudo. Todo esto, sin dejar de lado que es el último dramaturgo bueno que queda.

Sí señor. Falta nos haría más gente como él en el mundo. La revolución no se acaba con la edad y el acomodatismo. La lástima es que se nos mueren, se nos van, sin nadie con suficientemente clase como para cojer su relevo.
Qué pena.