miércoles, mayo 24, 2006

¡Bravo, David!





Están ahí, creo que sí


En esta hora en algún lugar hay un joven que se despierta con resaca. Bebió demasiadas cervezas anoche. Ni sabe muy bien por qué ni le sirvieron del todo para sus fines. Sigue atenazada dentro de él una inextirpable sensación de fracaso, de insatisfacción. Puede que hoy lea una novela, se vaya al cine, hojee un periódico o repase el temario de la facultad. Es seguro que oirá música, quizá dedique al ordenador un rato. Puede que tenga una pareja que le haga caso o algunos amigos que le arrastren a salir. O puede que no. En bastantes lugares habitan jóvenes que ni se parecen a lo que dicen de ellos. Puede que no tengan ganas ni de discutir ni tratar de explicarle a la autoridad, ya sea política, familiar, o social, lo que de verdad son, porque aún a lo mejor ni lo saben. Tampoco tienen ganas de explicar por qué no pisan las discotecas de moda o los locales de éxito y prefieren la calle o un bar tirado a ese tertuliano que soflama contra los jóvenes adocenados españoles seguramente después de haberse pulido un buen whisky que costea con su inútil oficio. Es alguno de esos jóvenes que no se reconoce en las encuestas, es ese que es capaz de lo mejor y lo peor, y lo sabe, y sólo está probando a encontrarse. Ese joven que no responde a diseños sociológicos ni a estudios de mercado, el que va por libre, el que se despeñará o encontrará su sitio sólo en función de sus méritos y algo de suerte.

A lo que no responde, de eso estoy seguro, es a esa dictadura del gusto que ahora se impone cada viernes desde esos suplementos juveniles de los periódicos que atufan a moderno, superficial y gilipollas. Esa marca de tendencia que les dice cuál es el músico bueno y cuál el malo, cómo se tienen que peinar el flequillo o marcar bíceps, qué película les tiene que gustar y les convence de que goodbye suena mejor que adiós. Hasta se atreve a exigirles una sexualidad en pose moderna y cateta, porque a menudo ambas cosas viajan juntas. Es el joven que descubre la libertad cuando se sorprende pensando por sí mismo por más callado que se quede. Es ese tipo raro que no se envuelve en banderas ni forma parte de un grupo que decide por él. Hace rato decidió que para tener personalidad no hace falta alistarse en alguno de los ejércitos que ahora pululan por la calle, que se niega a que su ropa o su peinado hablen por él antes que le dejen abrir la boca y sabe que una ideología se conforma con los años y no con cuatro toscas consignas.

Sí, claro, puede que sean pocos, una minoría que se refugia en el silencio porque carece de la convicción para declarar la guerra todavía, pero un día ocuparán su sitio sin escudarse en justificaciones vanas aprendidas del lloriqueo victimista y quejita de sus mayores y sin la presuntuosa afirmación de unos supuestos derechos de sus compañeros. Callan pero no otorgan. Salen pero vuelven a casa. Escuchan pero no asienten. Piensan pero casi no existen. Se emborrachan pero los ratos que están sobrios lo están a conciencia. Compran, pero no se venden. Ayudan, pero no se promocionan. Huyen porque sólo saben donde no quieren estar. Y no aceptan palmaditas en la espalda ni retos estúpidos. Y de vez en cuando deciden por sí mismos y el placer que les produce se va asentando en ellos hasta algún día convertirse en hábito. Y entonces se sentirán liberados de la abstracción de ser joven, de la condena de los opinadotes, del yugo de los gustos impuestos y de la hermandad de los modernos por decreto.

Son más de lo que tú te crees.




DAVID TRUEBA

2 comentarios:

bruixot dijo...
Este comentario ha sido eliminado por un administrador del blog.
bruixot dijo...

Muy bueno el texto. Me veo identificado en ciertos aspectos en los que se va a contracorriente o se decide hacer cosas en solitario, porque te gustan, y no renunciar a ellas por estar en un grupo.

Puestos a pedir, le ha faltado a David Trueba una cosa. Ser joven y que no se hubiera enamorado de Ariadna...o que la clone :-)