viernes, noviembre 18, 2005


Más sobre nacionalidades, del gran Juan José Millás, en una columna publicada en El País, el 23 de noviembre del 2003.

Si es que no hay nada como quitarse la venda de los ojos para aprender a mirar.

NACIONALIDADES
Juan José Millás
El País


Lo diré sin ambages (qué rayos querrá decir ambages): si yo dispusiera de un nacionalismo alternativo que me protegiera del nacionalismo casposo, inculto, pendenciero y sudado del PP, me refugiaría bajo su techo hasta que pasara esta tormenta histórica. Y eso que no soy nacionalista. Dejen, pues, de echarse la culpa unos a otros por el ascenso de ERC en las elecciones catalanas. Si no hubiera más remedio que pertenecer a una nación, yo no sé a cuál me apuntaría, pero sí de la que saldría huyendo como de la peste: de la España rencorosa de Aznar, de la España taimada de Rajoy, de la España mentirosa de Arenas, de la España matona de Cascos, de la España agresiva de Ana de Palacio, de la España meapilas de Michavila o Acebes, de la España machista de Zaplana, de la España tétrica de Fraga Iribarne, de la engominada de Piqué... Si la tensión con los llamados nacionalismos periféricos no ha hecho más que aumentar a la sombra de la mayoría absoluta del PP, quizá sea porque a veces no sabemos lo que queremos, pero tenemos muy claro lo que no y lo expresamos de ese modo.
Por otra parte, si yo fuera un votante de ERC, estaría indignado por el modo en que se refieren a esta formación las autoridades. Hablan de ella como de un tumor que le hubiera salido al sistema cuando, que yo sepa, se trata de un partido legalmente constituido que tiene, como todos, la aspiración legítima de ser votado y gobernar. Quiere decirse que los cientos de miles de señoras y señores que han escogido a esa formación no deberían ser tratados por los representantes del Gobierno central como agentes infecciosos, sino como adultos responsables que han elegido la opción que les venía en gana porque creían que esto era una democracia.
Se empieza con referencias despectivas a "los comunistas" y se acaba negando el pan y la sal al otro. Lo malo es que cada día es más fácil caer en la condición de otro: basta con que te produzca un escalofrío la oquedad intelectual de Bush, el acento tejano de Aznar, el expediente de regulación de empleo de Antena 3, o el desparpajo político de Esperanza Aguirre, encantada en su papel de fotocopia. A ver si alguien inventa una nacionalidad otra en la que pedir asilo.